
EL MOVIMIENTO
ADVENTISTA ILUSTRADO. Y INTERPRETADO POR EL TERCER ANGEL SU NOMBRE ES: ENMANUEL GONZÁLEZ.
MIS HERMANOS ESTE DOCUMENTO QUE USTEDES LEERÁN A CONTINUACIÓN ES MUY ESPECIAL Y MUY IMPORTANTE.
MIS HERMANOS ESTE DOCUMENTO DESPUÉS DE YO AVERLO LEÍDO, PARA MAS LUEGO COMENSAL A INTERPRETARLO. CUANDO YO EMPEZÉ A INTERPRETARLO QUE EMPEZÉ CON EL PRIMER ANGEL NÚMERO 1 DE APOCALIPSIS CAPITULO 14:6-7 QUE SU NOMBRE ES YIYE ÁVILA, MAS EL NÚMERO 2 APOCALIPSIS CAPITULO14:8 QUE SU NOMBRE ES DAVID DIAMOND Y MAS NÚMERO 3 APOCALIPSIS CAPITULO 14:9-12 QUE SOY YO EL TERCER ANGEL: MÍ NOMBRE ES ENMANUEL GONZÁLEZ. CUANDO YO LLEGUE AL NÚMERO 3 QUE SOY YO EL TERCER ANGEL DUDES DE QUE ESE FUERA YO. Y YA ESTABA APUNTO DE EMPEZAR A PUBLICARLO A PEZAR DE TODA ESA DUDAS QUE YO TENÍA, PERO LA DUDAS ME ATACO Y NO QUISE PUBLICARLO. EN ÉSE MISMO INSTANTE LLEGÓ UN SAGRADO ANGEL INVISIBLE Y EMPEZÓ A TOCAR EL ZIN DE MI CUARTO MI AVITACION (PUN PUN) (PUN PUN) (PUN PUN) COMO DICIÉNDOME PONLO PONLO POLON Y NI AÚN ASÍ LO QUISE PUBLICAR POR QUE NO SE ME QUERÍA QUITAR ESA DUDAS PERO AHORA SE LO ESTOY PUBLICANDO. EL PODEROSO CUARTO ANGEL NÚMERO 4 DE APOCALIPSIS CAPITULO 18 ES EL ARCÁNGEL MIGUEL ESE ES SU NOMBRE, Y PARA QUE USTEDES DE SIENTAN SEGURO DE QUE LO QUE YO ESTOY DICIENDO ES LA VERDAD SOBRE EL CUARTO ANGEL FAVOR LEER DANIEL CAPITULO 12.
AHORA YA PUEDEN EMPEZAR A LEER EL DOCUMENTO.
EL MOVIMIENTO
ADVENTISTA ILUSTRADO:
Vi a cierto número de compañías que parecían unidas como en haces por cuerdas. En esas compañías muchos estaban en tinieblas totales; sus ojos se dirigían hacia abajo, hacia la tierra, y no parecía haber relación entre ellos y Jesús. Pero dispersas entre esas diferentes compañías había personas cuyos rostros parecían iluminados, y cuyos ojos se elevaban hacia el cielo. De Jesús les eran comunicados rayos de luz como rayos del sol. Un ángel me invitó a mirar con cuidado, y vi a un ángel que velaba sobre cada uno de aquellos que tenían un rayo de luz, mientras que malos ángeles rodeaban a aquellos que estaban en tinieblas. Oí la voz de un ángel clamar “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado: ESE ES EL ANGEL NÚMERO 1 DE APOCALIPSIS CAPITULO 14:6-7 SU NOMBRE ES YIYE ÁVILA.
Una gloriosa luz descansó entonces sobre esas compañías, para iluminar a todos los que quisieran recibirla. Algunos de los que estaban en tinieblas recibieron la luz y se regocijaron. Otros resistieron la luz del cielo, diciendo que había sido enviada para extraviarles. La luz se alejó de ellos, y fueron dejados en tinieblas. Los que habían recibido la luz de Jesús apreciaban gozosamente el aumento de la preciosa luz que era derramada sobre ellos. Sus rostros resplandecían de santo gozo, mientras que su mirada se dirigía con intenso interés hacia arriba, hacia Jesús, y sus voces se oían en armonía con la voz del ángel: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado: ESE ANGEL ES YIYE ÁVILA.” Cuando elevaron este clamor, vi que aquellos que estaban en tinieblas los empujaban con el costado y con el hombro. Entonces muchos de los que apreciaban la luz sagrada, rompieron las cuerdas que los encerraban y en forma destacada se separaron de aquellas compañías. Mientras estaban haciendo esto, hombres que pertenecían a las diferentes compañías y eran reverenciados por ellas, las cruzaban, algunos con palabras amables, y otros con miradas airadas y ademanes amenazadores, y ataban las cuerdas que se estaban debilitando. Esos hombres decían constantemente: “Dios está con nosotros. Estamos en la luz. Tenemos la verdad.” Pregunté quiénes eran, y se me dijo que eran ministros y hombres dirigentes que habían rechazado la luz ellos mismos, y no estaban dispuestos a que otros la recibiesen
Vi que los que apreciaban la luz miraban hacia arriba con anhelo, esperando que Jesús viniese y los llevase consigo. Pronto una nube pasó sobre ellos, y sus rostros denotaron tristeza. Pregunté cuál era la causa de esa nube, y se me mostró que era el chasco sufrido por ellos. Había pasado el tiempo en que ellos esperaban al Salvador, y Jesús no había venido. A medida que el desaliento se asentaba sobre los que aguardaban, los ministros y dirigentes a quienes yo había notado antes, se regocijaban, y todos aquellos que habían rechazado la luz daban grandes señales de triunfo, mientras que Satanás y sus malos ángeles también se regocijaban.
Luego oí la voz de otro ángel decir: “¡Ha caído, ha caído Babilonia!”: ESE ANGEL QUE ES EL NÚMERO 2 DE APOCALIPSIS CAPITULO 14:8 SU NOMBRE ES DAVID DIAMOND. SIGAN LEYENDO. Una luz resplandeció sobre los abatidos, y con ardiente deseo de ver su aparición, volvieron a fijar sus ojos en Jesús. Vi a unos cuantos ángeles conversar con el que había clamado: “Ha caído Babilonia,” y se le unieron para anunciar “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” Las voces musicales de aquellos ángeles parecían llegar a todas partes. Una luz excesivamente brillante y gloriosa resplandecía en derredor de aquellos que habían apreciado la luz que les había sido comunicada. Sus rostros resplandecían con excelsa gloria, y exclamaban con los ángeles: “¡Aquí viene el esposo!” Mientras elevaban armoniosamente el clamor entre las diferentes compañías, los que rechazaban la luz los empujaban, y con miradas airadas los escarnecían y ridiculizaban. Pero los ángeles de Dios agitaban las alas sobre los perseguidos, mientras que Satanás y sus ángeles procuraban rodearlos con sus tinieblas para inducirlos a rechazar la luz del cielo.
Luego oí una voz que decía a los que eran empujados y ridiculizados: “Salid de en medio de ellos, … y no toquéis lo inmundo.” En obediencia a esta voz, gran número de personas rompieron las cuerdas que los ataban, y abandonando las compañías que estaban en tinieblas, se incorporaron a los que ya hablan obtenido su libertad, y gozosamente unieron sus voces a las suyas. Oí en ferviente y agonizante oración la voz de unos pocos que permanecían todavía con las compañías sumidas en tinieblas. Los ministros y dirigentes circulaban entre estas diferentes compañías, atando más firmemente las cuerdas; pero seguía yo oyendo la voz de ferviente oración. Entonces vi que aquellos que habían estado orando extendían la mano en demanda de ayuda a la compañía unida y libre que se regocijaba en Dios. La respuesta que dio, mientras miraba con fervor hacia el cielo, y señalaba hacia arriba fue: “Salid de en medio de ellos, y apartaos.” Vi personas que luchaban para obtener libertad, y al fin rompieron las cuerdas que las ataban. Resistían los esfuerzos que se hacían para atar las cuerdas con más firmeza y rehusaban escuchar los asertos repetidos: “Dios está con nosotros.” “Tenemos la verdad con nosotros.”
Continuamente había personas que abandonaban las compañías sumidas en tinieblas y se unían a la compañía libre, que parecía estar en un campo abierto elevado por sobre la tierra. Su mirada se dirigía hacia arriba, y la gloria de Dios descansaba sobre sus miembros, quienes gozosamente expresaban en alta voz sus alabanzas. Estaban estrechamente unidos y parecían rodeados por la luz del cielo. En derredor de esa compañía había quienes sentían la influencia de la luz, pero que no estaban particularmente unidos con la compañía. Todos los que apreciaban la luz derramada sobre sí dirigían los ojos hacia arriba con intenso interés, y Jesús los miraba con dulce aprobación. Ellos esperaban que él viniera y anhelaban su aparición. Ni una sola de sus miradas se detenía en la tierra. Pero nuevamente una nube se asentó sobre los que aguardaban, y los vi dirigir hacia abajo sus ojos cansados. Pregunté cuál era la causa de ese cambio. Dijo mi ángel acompañante: “Han quedado nuevamente chasqueados en su expectación. Jesús no puede venir todavía a la tierra. Ellos tienen que soportar mayores pruebas por él. Deben renunciar a tradiciones y errores recibidos de los hombres y volverse por completo a Dios y su Palabra. Deben ser purificados, emblanquecidos y probados. Los que soporten esa amarga prueba obtendrán la victoria eterna.”
Jesús no vino a la tierra, como lo esperaba la compañía que le aguardaba gozosa, para purificar el santuario, limpiando la tierra por fuego. Vi que era correcto su cálculo de los períodos proféticos; el tiempo profético había terminado en 1844, y Jesús entró en el lugar santísimo para purificar el santuario al fin de los días. La equivocación de ellos consistió en no comprender lo que era el santuario ni la naturaleza de su purificación. Cuando miré de nuevo a la compañía que aguardaba chasqueada, parecía triste. Examinó cuidadosamente las evidencias de su fe, siguió hasta su conclusión el cálculo de los períodos proféticos, pero no pudo descubrir error alguno. El tiempo se había cumplido, pero ¿dónde estaba su Salvador? Ellos le habían perdido.
Me fue mostrado el chasco que sufrieron los discípulos cuando fueron al sepulcro y no encontraron el cuerpo de Jesús. María dijo: “Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.” Los ángeles dijeron a los discípulos entristecidos que su Señor había resucitado, e iba delante de ellos a Galilea.
En forma parecida, vi que Jesús consideraba con la más profunda compasión a los que se habían chasqueado después de haber aguardado su venida; y envió a sus ángeles para que dirigiesen sus pensamientos de modo que pudiesen seguirle adonde estaba. Les mostró que esta tierra no es el santuario, sino que él debía entrar en el lugar santísimo del santuario celestial para hacer expiación por su pueblo y para recibir el reino de parte de su Padre, y que después volvería a la tierra y los llevaría a morar con él para siempre. El chasco de los primeros discípulos representa bien el de aquellos que esperaban a su Señor en 1844.
Fuí transportada al tiempo cuando Cristo entró triunfalmente en Jerusalén. Los gozosos discípulos creían que él iba a tomar entonces el reino y reinar como príncipe temporal. Siguieron a su Rey con grandes esperanzas, cortando hermosas palmas, sacando sus ropas exteriores y extendiéndolas con celo entusiasta por el camino. Algunos le precedían y otros le seguían, clamando: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” La excitación perturbó a los fariseos, y desearon que Jesús reprendiese a sus discípulos. Pero él les dijo: “Si, éstos callaran, las piedras clamarían.” La profecía de Zacarías 9:9 debía cumplirse; sin embargo los discípulos estaban condenados a sufrir un amargo chasco. A los pocos días siguieron a Jesús al Calvario, y le vieron sangrante y lacerado en la cruz cruel. Presenciaron su agonía y su muerte y lo depositaron en la tumba. El pesar ahogaba sus corazones; ni un solo detalle de lo que esperaban se había cumplido, y sus esperanzas murieron con Jesús. Pero cuando resucitó de los muertos y apareció a sus discípulos entristecidos, las esperanzas de ellos revivieron. Le habían encontrado de nuevo.
Vi que el chasco de aquellos que creían en la venida del Señor en 1844 no igualaba al que sufrieron los primeros discípulos. La profecía se cumplió en los mensajes del primer ángel y del segundo. Estos fueron dados a su debido tiempo y cumplieron la obra que Dios quería hacer por medio de ellos.
OTRA ILUSTRACIÓN.
ESE ANGEL SOY YO MÍ NOMBRE ES ENMANUEL GONZÁLEZ.
Me fue mostrado el interés que todo el cielo se había tomado en la obra que se está realizando en la tierra. Jesús comisionó a un ángel poderoso para que descendiese y amonestase a los habitantes de la tierra a prepararse para su segunda aparición. Cuando el ángel dejó la presencia de Jesús en el cielo, iba delante de él una luz excesivamente brillante y gloriosa. Se me dijo que su misión era alumbrar la tierra con su gloria y avisar al hombre de la ira venidera de Dios: ESE ANGEL SOY YO EL TERCER ANGEL DE APOCALIPSIS CAPITULO 14:9-12 MÍ NOMBRE ES: ENMANUEL GONZÁLEZ. SIGAN LEYENDO. Multitudes recibieron la luz. Algunos parecían estar muy serios mientras que otros se sentían arrobados de gozo. Todos los que recibían la luz volvían el rostro hacia el cielo y glorificaban a Dios. Aunque esa luz se derramaba sobre todos, algunos caían simplemente bajo su influencia, pero no la recibían cordialmente. Muchos estaban llenos de grande ira. Ministros y pueblo se unían con los viles y resistían tenazmente la luz derramada por el poderoso ángel. Pero todos los que la recibían se retiraban del mundo y estaban estrechamente unidos entre sí.
Satanás y sus ángeles se hallaban atareados tratando de apartar a tantos como pudiesen de la luz. La compañía que la rechazaba fue dejada en tinieblas. Vi que el ángel de Dios observaba con el más profundo interés a los que profesaban ser su pueblo, para tomar nota del carácter que desarrollaban conforme les era presentado el mensaje de origen celestial. Y a medida que muchísimos de los que profesaban amar a Jesús se apartaban del mensaje celestial con escarnio y odio, un ángel que llevaba un pergamino en la mano anotaba las vergonzosas acciones. Todo el cielo se llenaba de indignación de que Jesús fuese así despreciado por los que profesaban seguirle.
Vi el chasco sufrido por los que habían estado confiando cuando no vieron a su Señor en el tiempo en que le esperaban. Había sido el propósito de Dios ocultar el futuro y llevar a su pueblo a un punto de decisión. Si no se hubiese predicado un tiempo definido para la venida de Cristo, no se habría hecho la obra que Dios quería ver cumplida. Satanás estaba induciendo a muchísimos a mirar lejos hacia el futuro en espera de los grandes acontecimientos relacionados con el juicio y el fin del tiempo de gracia. Era necesario que el pueblo fuese inducido a procurar fervorosamente una preparación inmediata.
Cuando el tiempo pasó, los que no habían recibido plenamente la luz del ángel se unieron con aquellos que habían despreciado el mensaje, y abrumaron de ridículo a los que estaban chasqueados. Los ángeles tomaron nota de la situación de los que profesaban seguir a Cristo. El transcurso del tiempo definido los había probado, y muchos fueron pesados en la balanza y hallados faltos. En alta voz aseveraban ser cristianos, y sin embargo no había casi detalle alguno en que siguieran a Cristo. Satanás se regocijaba por la condición de los que profesaban seguir a Jesús. Los tenía sujetos en su trampa. Había inducido a la mayoría a dejar la senda recta, y estaban intentando ascender al cielo por otro camino. Los ángeles veían a los santos y puros mezclados con los pecadores de Sion y con los hipócritas que amaban el mundo. Habían velado sobre los verdaderos discípulos de Jesús; pero los corruptos estaban afectando a los santos. A aquellos cuyos corazones ardían de intenso deseo de ver a Jesús les prohibían sus profesos hermanos que hablasen de su venida. Los ángeles veían la escena y simpatizaban con el residuo que amaba la aparición de su Señor.
ESTE ES EL CUARTO ANGEL DE APOCALIPSIS CAPITULO 18 SU NOMBRE ES EL ARCÁNGEL MIGUEL
Otro poderoso ángel fue comisionado para que descendiese a la tierra: ESE ES EL ARCÁNGEL MIGUEL. Jesús le puso en la mano algo escrito, y cuando llegó a la tierra, clamó: “¡Ha caído, ha caído Babilonia!” Entonces vi a los que habían sido chasqueados alzar nuevamente los ojos al cielo, mirando con fe y esperanza en busca de la aparición de su Señor. Pero muchos parecían permanecer en un estado de estupor, como si durmiesen, sin embargo podía yo ver rasgos de profunda tristeza en sus rostros. Los chasqueados velan por las Escrituras que estaban en el tiempo de demora, y que debían aguardar con paciencia el cumplimiento de la visión. La misma evidencia que los había inducido a esperar a su Señor en 1843, los inducía a esperarlo en 1844. Sin embargo, vi que la mayoría no poseía aquella energía que había distinguido su fe en 1843. El chasco que habían sufrido había debilitado su fe.
A medida que el pueblo de Dios se unía en el clamor del segundo ángel, la hueste celestial manifestaba el más profundo interés en el efecto del mensaje. Veían a muchos que llevaban el nombre de cristianos volverse con escarnio y ridículo hacia los que habían sido chasqueados. Al caer de labios burladores las palabras: ” ¡No ascendisteis todavía!” un ángel las escribía. Dijo el ángel: “Se burlan de Dios.” Me fue recordado un pecado similar que fue cometido en tiempos antiguos. Elías había sido trasladado al cielo, y su manto había caído sobre Eliseo. Unos jóvenes impíos, que habían aprendido de sus padres a despreciar al hombre de Dios, siguieron a Eliseo, gritando en son de burla: “¡Calvo, sube! ¡calvo, sube!” Al insultar así a su siervo, habían insultado a Dios y recibieron inmediatamente su castigo. Igualmente los que se habían burlado de la idea de que los santos ascendiesen, serán visitados por la ira de Dios, y se les hará sentir que no es cosa liviana burlarse de su Hacedor.
NUEVAMENTE EL SEGUNDO ANGEL DE APOCALIPSIS CAPITULO 14:8 SU NOMBRE ES DAVID DIAMOND.
Jesús comisionó a otros ángeles para que volasen prestamente a revivir y fortalecer la fe en decadencia de su pueblo y a prepararlo para comprender el mensaje del segundo ángel DAVID DIAMOND. y el paso importante que pronto se había de dar en el cielo. Vi a estos ángeles recibir gran poder y luz de Jesús y volar prestamente a la tierra para cumplir su mandato de ayudar al segundo ángel en su obra. Una gran luz resplandeció sobre el pueblo de Dios cuando los ángeles clamaron: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” Entonces vi a aquellos que habían sido chasqueados levantarse y en armonía con el segundo ángel proclamar: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” La luz de los ángeles penetraba las tinieblas por doquiera. Satanás y sus ángeles procuraban impedir que esta luz se difundiese y tuviese el efecto que debía tener. Contendían con los ángeles del cielo, diciéndoles que Dios había engañado al pueblo, y que con toda su luz y poder no podían hacer creer al mundo que Cristo iba a venir. Pero a pesar de que Satanás se esforzó por estorbarles el paso y desviar de la luz la atención de la gente, los ángeles de Dios continuaron su obra.
Los que recibían la luz parecían muy felices. Miraban constantemente hacia el cielo y anhelaban la aparición de Jesús. Algunos lloraban y oraban con gran angustia. Parecían fijar sus ojos en sí mismos, y no se atrevían a mirar hacia arriba. Una luz del cielo apartó de ellos las tinieblas, y sus ojos, que habían estado fijos en si mismos con desesperación, se dirigieron hacia arriba y en todos sus rasgos se expresaban la gratitud y el santo gozo. Jesús y toda la hueste angélica miraron con aprobación a los fieles que aguardaban.
Los que habían rechazado la luz del mensaje del primer ángel, y se habían opuesto a ella, perdieron la luz del segundo, y no pudieron ser beneficiados por el poder y la gloria que acompañó el mensaje: “¡Aquí viene el esposo!” Jesús se apartó de ellos con ceño, porque le hablan despreciado y rechazado. Los que recibieron el mensaje fueron envueltos por una nube de gloria. Temían muchísimo ofender a Dios, y mientras aguardaban, velaban y oraban para conocer su voluntad. Vi que Satanás y sus ángeles procuraban separar al pueblo de Dios de esta luz divina; pero mientras los que aguardaban apreciaban la luz y mantenían los ojos levantados de la tierra a Jesús, Satanás no podía privarlos de sus preciosos rayos. El mensaje dado desde el cielo enfurecía a Satanás y sus ángeles, e inducía a aquellos que profesaban amar a Jesús, pero despreciaban su venida, a escarnecer a los fieles que manifestaban confianza. Pero un ángel anotaba todo insulto, todo desprecio, todo daño, que los hijos de Dios recibían de sus profesos hermanos.
Muchísimos alzaron la voz para clamar “¡Aquí viene el esposo!” y abandonaron a sus hermanos que no amaban la aparición de Jesús ni querían permitirles espaciarse en su segunda venida. Vi a Jesús apartar el rostro de aquellos que rechazaban y despreciaban su venida, y luego ordenó a los ángeles que sacasen a su pueblo de entre los impuros, no fuese que quedasen contaminados. Los que eran obedientes al mensaje se destacaban, libres y unidos. Una luz santa resplandecía sobre ellos. Renunciaban al mundo, sacrificaban sus intereses y tesoros terrenales y, dirigían miradas ansiosas hacia el cielo, a la espera de ver a su amado Libertador. Una santa luz brillaba sobre sus rostros, denotando la paz y el gozó que reinaban en su interior. Jesús pidió a los ángeles que fuesen y los fortaleciesen, porque se acercaba la hora de su prueba. Vi que éstos que aguardaban no habían sido todavía probados como debían serlo. No estaban exentos de errores. Y vi la misericordia y bondad que Dios manifestaba al mandar a los habitantes de la tierra una amonestación y mensajes repetidos, para inducirles a escudriñar diligentemente su corazón y a estudiar las Escrituras, a fin de que pudieran despojarse de los errores que les habían transmitido los paganos y los papistas. Mediante estos mensajes Dios ha estado sacando a su pueblo adonde pueda él obrar en su favor con mayor poder, y donde puedan ellos guardar todos sus mandamientos.
EL SANTUARIO
Se me mostró el amargo chasco que sufrió el pueblo de Dios por no ver a Jesús en la fecha en que lo esperaba. No sabían por qué el Salvador no había venido, pues no veían prueba alguna de que no hubiese terminado el tiempo profético. Dijo el ángel: “¿Ha fallado la palabra de Dios? ¿Ha faltado Dios en cumplir sus promesas? No; ha cumplido cuanto prometió. Jesús se ha levantado a cerrar la puerta del lugar santo del santuario celestial, y ha abierto una puerta en el lugar santísimo y ha entrado a purificar el santuario. Todos los que esperan pacientemente comprenderán el misterio. El hombre se ha equivocado; pero no ha habido fracaso por parte de Dios. Todo cuanto Dios prometió se ha cumplido; pero el hombre creía equivocadamente que la tierra era el santuario que debía ser purificado al fin de los períodos proféticos. Lo que ha fracasado fue la expectación del hombre, no la promesa de Dios.”
Jesús envió sus ángeles a dirigir la atención de los desalentados hacia el lugar santísimo adonde él había ido para purificar el santuario y hacer expiación especial por Israel. Jesús dijo a los ángeles que todos cuantos lo hallaran comprenderían la obra que iba a efectuar. Vi que mientras Jesús estuviera en el santuario se desposaría con la nueva Jerusalén, y una vez cumplida su obra en el lugar santísimo descendería a la tierra con regio poder para llevarse consigo las preciosas almas que hubiesen aguardado pacientemente su regreso.
Se me mostró lo que había ocurrido en el cielo al terminar en 1844 los períodos proféticos. Cuando Jesús concluyó su ministerio en el lugar santo y cerró la puerta de ese departamento, densas tinieblas envolvieron a quienes habían oído y rechazado el mensaje de su advenimiento y lo habían perdido de vista a él. Jesús se revistió entonces de preciosas vestiduras. Alrededor de la orla inferior de su manto ostentaba en alternada sucesión una campanilla y una granada. De sus hombros colgaba un pectoral de curiosa labor. Cuando él andaba, el pectoral refulgía como diamantes y se ampliaban unas letras que parecían nombres escritos o grabados en el pectoral. En la cabeza llevaba algo que parecía una corona. Una vez que estuvo completamente ataviado, le rodearon los ángeles y en un flamígero carro penetró tras el segundo velo.
Se me ordenó entonces que observara los dos departamentos del santuario celestial. La cortina o puerta, estaba abierta y se me permitió entrar. En el primer departamento vi el candelabro de siete lámparas, la mesa de los panes de la proposición, el altar del incienso, y el incensario. Todos los enseres de este departamento parecían de oro purísimo y reflejaban la imagen de quien allí entraba. La cortina que separaba los dos departamentos era de diferentes materiales y colores, con una hermosa orla en la que había figuras de oro labrado que representaban ángeles. El velo estaba levantado y miré el interior del segundo departamento, donde vi un arca al parecer de oro finísimo. El borde que rodeaba la parte superior del arca era una hermosa labor en figura de coronas. En el arca estaban las tablas de piedra con los diez mandamientos.
Dos hermosos querubines estaban de pie en cada extremo del arca con las alas desplegadas sobre ella, y tocándose una a otra por encima de la cabeza de Jesús, de pie ante el propiciatorio. Estaban los querubines cara a cara, pero mirando hacia el arca, en representación de toda la hueste angélica que contemplaba con interés la ley de Dios. Entre los querubines había un incensario de oro, y cuando las oraciones de los santos, ofrecidas con fe, subían a Jesús y él las presentaba a su Padre, una nube fragante subía del incienso a manera de humo de bellísimos colores. Encima del sitio donde estaba Jesús ante el arca, había una brillantísima gloria que no pude mirar. Parecía el trono de Dios. Cuando el incienso ascendía al Padre, la excelsa gloria bajaba del trono hasta Jesús, y de él se derramaba sobre aquellos cuyas plegarias habían subido como suave incienso. La luz se derramaba sobre Jesús en copiosa abundancia y cubría el propiciatorio, mientras que la estela de gloria llenaba el templo. No pude resistir mucho tiempo el vivísimo fulgor. Ninguna lengua acertaría a describirlo. Quedé abrumada y me desvié de la majestad y gloria del espectáculo.
También se me mostró en la tierra un santuario con dos departamentos. Se parecía al del cielo, y se me dijo que era una figura del celestial. Los enseres del primer departamento del santuario terrestre eran como los del primer departamento del celestial. El velo estaba levantado; miré el interior del lugar santísimo y vi que los objetos eran los mismos que los del lugar santísimo del santuario celestial. El sacerdote oficiaba en ambos departamentos del terrenal. Entraba diariamente en el primer departamento, y sólo una vez al año en el lugar santísimo para purificarlo de los pecados allí transmitidos. Vi que Jesús oficiaba en ambos departamentos del santuario celestial. Los sacerdotes entraban en el terrenal con la sangre de un animal como ofrenda por el pecado. Cristo entró en el santuario celestial por la ofrenda de su propia sangre. Los sacerdotes terrenales eran relevados por la muerte y, por lo tanto, no podían oficiar mucho tiempo; pero Jesús era sacerdote para siempre. Por medio de las ofrendas y los sacrificios llevados al santuario terrenal, los hijos de Israel habían de compartir los méritos de un Salvador futuro. Y la sabiduría de Dios nos dio los pormenores de esta obra para que, considerándolos, comprendiésemos la obra de Jesús en el santuario celestial.
Al expirar Jesús en el Calvario exclamó: “Consumado es,” y el velo del templo se rasgó de arriba abajo en dos mitades, para demostrar que los servicios del santuario terrenal habían acabado para siempre, y que Dios ya no vendría al encuentro de los sacerdotes de ese templo terrestre para aceptar sus sacrificios. La sangre de Cristo fue derramada entonces e iba a ser ofrecida por él mismo en el santuario celestial. Así como el sacerdote entraba una vez al año en el lugar santísimo para purificar el santuario terrenal, también Jesús entró en el lugar santísimo del celestial al fin de los 2300 días de Daniel 8, en 1844, para hacer la expiación final por todos los que pudiesen recibir el beneficio de su mediación, y purificar de este modo el santuario.
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